11. Enseñar, colaborar, ser humilde: todos somos iguales en un equipo



“Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes” ... Charles Dickens.

Hace muchos años escuché una frase que me dejó pensando hasta: ‘si necesitas decirle a alguien que es lo que tienes para que te respete, entonces tienes un problema’. La verdadera naturaleza de este pensamiento era la pregunta: como hacer para que a uno lo respeten por quién es y no por lo material que posee, o la posición que tiene?. Si solo nos respetan por ello es porque no hemos logrado que las personas nos identifiquen como alguien en quien confiar, a quien seguir, a quien respetar y eso significa que algo estamos haciendo mal, porque el liderazgo no significa hacer que las personas hagan algo por el poder que ostento, sino, porque quieren seguirnos, por quienes somos.

Pero como lograr que la gente nos respete por quienes somos?, esto es sencillo y complejo a la vez, pues requiere a veces luchar contra nuestro instinto natural de decirle a la gente lo que tiene que hacer porque no tenemos tiempo para estarles explicando las cosas. Cuando actuamos así, puede ser visto en el equipo como una actitud de soberbia o que simplemente estamos ejerciendo nuestra autoridad. Esta es la parte compleja, que la gente entienda cuando es realmente un acto de demostración de poder y cuando una decisión ejecutiva. Que el equipo sepa diferenciar una actitud de otra, significa que realmente nos conocen y saben que si no les explicamos en este momento nuestra decisión se la explicaremos después y que si hemos tomado una decisión, ha sido fruto de una decisión racional y que esta incluso puede cambiar pues somos capaces de escuchar al equipo. Esta capacidad de ganarse la confianza del equipo es muy difícil de alcanzar aunque parte de una serie de actos tan sencillos como: escuchar diversas opiniones, explicar las decisiones, enseñar a los demás lo que no sepan para que entiendan el contexto, ayudar en aquellas tareas que podamos, simplemente porque podemos y sabemos como hacerlo, es decir, actuar con la humildad suficiente que todos sientan que realmente son parte y soy parte de un equipo, donde si bien tenemos responsabilidades distintas y unos tienen más poder de decisión que otros, todos remamos el mismo barco y a todo nivel estamos interesados que el mismo llegue a buen puerto, sin importar quien es el capitán o quien el remero, teniendo el capitán la capacidad de remar cuando se hace necesario, ya sea porque algún remero necesita ayuda para que se le enseñe o simplemente porque se necesitan más brazos para remar.

“El liderazgo no se trata de títulos, posiciones o diagramas de flujo, sino de una vida que influye sobre otra” ... John C. Maxwell.

La frase anterior refleja algo muy cierto: lo que hagamos influye en la vida de los demás, por lo que debemos ser muy cuidadosos en nuestro comportamiento y encontrar el justo equilibrio entre tratar con autoridad y convicción, pero con respeto y empatía, entendiendo que nuestro papel es ‘ayudar’ a alcanzar los objetivos, siendo un engranaje más de un conjunto de engranajes, donde si uno falla, todo el sistema podría colapsar y justamente ese es nuestro papel, hacer que todo el sistema funcione correctamente y hacer los ajustes necesarios cuando una parte del mismo falla.

La complicación de tratar con personas

La Real Academia Española de la Lengua, define Gerenciar como gestionar o administrar algo. Esta definición no solo implica administrar los recursos financieros o los activos finos de la empresa u organización, esto también implica gestionar o administrar a personas, que tienen distintos pensamientos, actitudes, sentimientos, historias, así como, sus propias preocupaciones y expectativas.

Esto se puso a prueba cuando era parte del comité de gerencia de una empresa y estábamos haciendo una revisión del plan de sucesión y desarrollo del personal. En la reunión discutíamos quien sucedería al jefe de mantenimiento, para lo que puso en la mesa el nombre de un supervisor de mantenimiento, con mucho carisma, capacidad demostrada, pero conflictivo. El gerente de operaciones se oponía a que se le pusiera como sucesor, pues si por el fuera lo echaría de la empresa mañana mismo por su actitud de siempre tener una respuesta y opinión para todo, lo cual le disgustaba pues sentía que no lo respetaba y menguaba su autoridad. El jefe de mantenimiento opinaba que si bien cuestionaba todo, era un empleado valioso, que solucionaba problemas y que se le debía dar una oportunidad. Se propuso en la mesa que el gerente le hicieran mentoring, más este se negó pues lo consideraba un empleado tóxico y que no tenia tiempo para ese tipo de personas y menos los quería en su equipo. Finalmente, se decidió por otra persona para desarrollarla y darle la oportunidad e la jefatura en el futuro.

Lo que no entendía el gerente de operaciones era que nuestra posición no era la de solo tener en nuestro equipo gente que pensara como nosotros, sino, el saber administrar los distintos pensamientos y actitudes, aprovechando lo que cada uno tiene para aportar y buscando que todos trabajen juntos. No necesariamente todos tienen que gustarnos, pero si debemos ser capaces de ganarnos su respeto, puesto que cuando se pierde, se rompe la comunicación y en consecuencia el trabajo en equipo ya no es posible. 

Efectivamente, la relación entre ambos se fue deteriorando con el tiempo, hasta que un día, cuando estaba en otra empresa, llamé al gerente de operaciones y le pregunté si podia ofrecerle trabajo a su supervisor de mantenimiento, su respuesta fue que me lo lleve, que nunca tendría una oportunidad con él y que le estaría haciendo un favor. El final de la historia fue que lo puse como jefe de mantenimiento y si bien era complicado trabajar con él, me ayudó a sacar adelante la empresa en la cual estaba e hicimos tantas cosas buenas que nunca me arrepentí de mi decisión, a pesar de las varias canas que me sacó en el proceso.

La única vez que tuve que despedir a alguien por pensar diferente, ha sido cuando ya se había perdido el respeto mutuo y la relación laboral ya solo pasaba por dar ordenes y obedecer y eso es algo que era dañino para la organización, generando una relación de conflicto permanente que afectaba la moral de todo el equipo, por lo que se tuvo que tomar una medida drástica al respecto.

“La tarea del líder es llevar a la gente desde donde están hasta donde no han estado” ... Henry A. Kissinger.

La taza de café 

Esta es una historia corta de algo muy sencillo que se volvió un asunto de Estado. 

Hace un tiempo en una reunión de gerencia, uno de los gerentes propuso que la persona que nos apoyaba con la limpieza y el café dejara de hacerlo y pasara al area de sistemas; su argumento era que acaba de terminar la carrera y que ya no era justo que siguiera humillándose de esa manera. La respuesta fue que no era una humillación su trabajo, que recursos humanos ya había informado de su graduación y que teníamos un plan de carrera que consistía que en dos años se abriría una posición para la cual lo prepararíamos con algunos cursos, pero que el solo hecho de graduarse no lo haría merecedor de la posición, sino que tenia ese tiempo para demostrar que estaba listo para asumirla. Eso no le gustó al gerente que insistió que un graduado no tenia que hacer ese trabajo, por lo que el podría hacer un espacio en su equipo para esta persona, a lo cual me opuse pues no crearíamos una posición en la empresa sin ningún sustento real. Otro gerente propuso que si queríamos hacer más fácil su trabajo más fácil debíamos levantar nuestras tazas de café y dejar todo ordenado al terminar las reuniones, dejar en orden nuestras oficinas, entre otras tareas simples que realmente demostraban que nos importaba esta persona, algo en lo que la mayoría coincidimos podíamos y debíamos hacer, mientras tanto, lo apoyaríamos para que se siga preparando para cuando le llegue su oportunidad.

Esta historia corta refleja como podemos hacer mucho con una actitud humilde, sin pretender que somos mejores o peores por la posición en la empresa que tenemos o que somos más o menos dignos, pudiendo hacer mucho por ayudar a los demás, dedicándoles un poco de tiempo, ya sea para dar una mano el alguna tarea, o enseñarles algo o interesándonos en sus problemas, al final veremos que si tratamos a todos por igual y con el mismo respeto, sin importar su posición en la organización, seremos no solo mejores lideres, sino mejores personas.

Tomando la frase inicial de Charles Dickens, si queremos ser un verdadero líder, debemos ayudar a los demás a ser mejores y haciéndolo lograremos los objetivos, pues no hay forma de llegar a la meta sin que todos vayan al mismo ritmo y esto se logra enseñándoles, acompañándolos y haciéndolos sentir que son parte de un equipo, lo que requiere de humildad, integridad y honestidad para lograrlo. Ahora bien, sin todo esto también se pueden alcanzar las metas de una organización, pero en ese caso solo se logra tener empleados, más no un equipo.

“El desafío del liderazgo es ser fuerte pero no grosero, amable pero no débil, atrevido pero no intimidante, reflexivo pero no perezoso, humilde pero no tímido, orgulloso pero no arrogante, tener humor pero no parecer necio” ... Jim Rohn 




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